Eduard Ribas i Admetlla, México, 4 jun (EFE).- La pandemia de COVID-19 mandó a casa a los 350.000 estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la mayor universidad pública de América Latina, que afronta el reto de enseñar a distancia a miles de alumnos con problemas económicos y de conectividad.
Las aulas del campus central de la UNAM en la capital mexicana, Patrimonio Cultural de la Humanidad, lucen vacías desde que el coronavirus paralizó de sopetón las actividades presenciales el 17 de marzo sin casi tiempo para adaptarse a las clases en línea.
Por primera vez, no es una huelga lo que ha cerrado este gigantesca institución, que ha tenido que alterar su calendario escolar y todavía estudia cómo afrontar el próximo curso frente a una enfermedad que se ha llevado casi 12.000 vidas en el país.
SORTEAR LA VULNERABILIDAD SOCIAL
Ramsés Rodrigo, de 21 años, estudia Administración en la UNAM, universidad que escogió porque no quería que los estudios fueran una carga económica para su familia. Él es uno de los infinitos ejemplos que retratan las dificultades que afrontan ahora los alumnos.
“Cuando estamos todos aquí en casa, todos tomamos clase o trabajamos en el comedor, pero la casa es pequeña y si necesitas hablar y otra persona está hablando no es nada cómodo”, cuenta.
Este estudiante tiene que compartir la computadora con sus otros dos hermanos y la conexión de internet en su casa no es siempre la más adecuada.
Consciente de los problemas de muchos, la UNAM habilitó un programa para mejorar la banda ancha del alumnado. Ramsés lo probó: “No noté ningún cambio”, asegura.
El coordinador de Investigación Científica de la UNAM, William Lee, explicó en entrevista con Efe que abrir clases en línea ha supuesto un gran esfuerzo “porque la universidad es gigantesca y la accesibilidad de los estudiantes es extremadamente diversa y, en general, no óptima”.
“Se tenía conciencia de la diversidad, pero nunca la habíamos visto tan cuantificada como ahora”, añadió Lee.
Víctor Romero, de 31 años y estudiante de doctorado en la UNAM, está convencido que la pandemia dejará a los alumnos más vulnerables “rezagados”.
“Las desigualdades se han acentuado. Aunque parezca increíble, un sector importante de la población estudiantil no tiene acceso a internet o a una computadora”, sostuvo.
PROFESORADO EN LA BRECHA DIGITAL
César Omar Palmiro, de 23 años, estudió este año el último curso de Derecho. Ya estaba todo listo para la gran fiesta de graduación pero el coronavirus se interpuso y el festejo se limitó a una actuación de mariachis retransmitida por Zoom.
Con esta misma aplicación es con la que pudieron seguir las últimas clases del curso, ya finalizado, aunque no todos los profesores estaban preparados.
“Tenía una maestra muy joven y ella desde el principio ya de volada tenía la plataforma pero hay otros profes de la vieja escuela que no se acoplan a la tecnología”, cuenta.
También, algunos maestros asociados sufren condiciones de precariedad que afectan a las clases, como el profesor de idioma náhuatl de Omar, a quien “muchas veces se le iba la luz” en casa.
“Hacer un Zoom es fácil pero dar la clase es otra cosa. Dar una clase en línea no es lo mismo que platicar a la computadora”, explicó Lee, quien recordó que no hubo tiempo de formar al profesorado cuando estalló la pandemia.
Aun así, se mostró convencido de que se está haciendo “lo mejor que se puede” y que los profesores aprovecharán el parón veraniego de agosto y septiembre para actualizarse.
UNA EVALUACIÓN FLEXIBLE
Para evitar que todas estas desventajas se reflejaran en los resultados académicos de los estudiantes, la UNAM modificó los tipos de exámenes, amplió los semestres de algunas carreras y facilitó a los alumnos darse de baja de asignaturas que no pudieran seguir.
“Se tomó la decisión de ser muy flexibles en las evaluaciones y tomar en consideración la situación familiar de los estudiantes que pueden perder el empleo o no tener un buen ancho de banda”, explicó Lee.
Además, como en línea no se puede vigilar que los alumnos no copien, se envió la directriz de hacer exámenes que invitaran a reflexionar en lugar de memorizar.
Cada profesor se ha adaptado a su manera. Ramsés, cuyo curso no ha terminado, tiene maestros que valoran la asistencia a las clases en línea y otros que no, y sobre todo ha notado que tiene muchas más tareas.
Pero la mayoría de estudiantes preferirían regresar a las aulas, por la accesibilidad con los profesores, los compañeros o la biblioteca.
“Está cómodo estar en casa, levantarte y conectarte, pero te invita a la procrastinación porque no está la autoridad que te diga lo que tienes que hacer”, opina Omar.
A Lee no le cabe la menor duda de que, pese al esfuerzo de la universidad, estos meses han mermado el aprendizaje de los alumnos por la falta de acceso a laboratorios y a debatir en el aula.
“Habrá que hacer un trabajo de retomar una serie de cosas (…) Suponer que porque pudimos terminar el semestre, aprendieron todo lo que tenían que aprender, no sería lo más adecuado”, expresó.
¿UN NUEVO CURSO CON SANA DISTANCIA?
La UNAM anunció que no retomará las actividades presenciales antes del 15 de junio, pero ello no significa que ese día reabran las aulas.
Se estudiará la situación de la pandemia en cada territorio del país donde tiene centros académicos para decidir en qué momento los reabre y qué medidas higiénicas se tomarán, sobre todo de cara al próximo curso que iniciará el 22 de septiembre.
Lo que está claro es que difícilmente se vuelvan a ver las aulas de la Ciudad Universitaria, el campus central en la capital, con 60, 80 o incluso 150 alumnos.
“Cuando se invita a una ‘nueva normalidad’, se tienen que dar las condiciones materiales para una ‘nueva normalidad’, que necesariamente implica aumentar los recursos”, opinó Víctor.
Este estudiante recordó que los baños de la UNAM no suelen tener jabón y que las aulas están muy llenas por falta de profesores.
Y otra inquietud para el futuro que comparten tanto estudiantes como profesores es si el Gobierno, que quiere afrontar la crisis económica de la pandemia con un plan de austeridad, recortará las becas y apoyos para estudios e investigaciones.
“Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que la investigación y el desarrollo tecnológico son fundamentales para resolver esta clase de problemas”, reivindicó Lee.
EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL AGUARDA EN LÍNEA
Alejandra, de 21 años y estudiante de Ciencias Políticas, casi no recuerda la última vez que fue a clase. Cuando la UNAM paralizó las actividades, su facultad llevaba casi cuatro meses en huelga por denuncias de acoso sexual contra alumnas.
Cuando comenzaron las clases en línea, hubo “profesores que se opusieron porque todavía estaba la toma en la facultad y chicas que querían seguir apoyando la toma”, explica.
Aunque al principio varias estudiantes se negaron a seguir el curso, acabaron levantando la huelga hace un mes dado que estaban en riesgo de perder el acceso a becas.
Durante sus 109 años, la UNAM ha tenido un activismo estudiantil muy fuerte, que en los tiempos ha abanderado la lucha feminista en el país, luego de varios casos de abusos y del feminicidio de la estudiante Lesvy Berlín en 2017 en el campus universitario.
“He tenido dos compañeras que han denunciado y en ninguna de las dos su denuncia procedió”, explicó Alejandra, quien considera insuficientes las medidas tomadas por la dirección de la universidad.
Mientras dura la pandemia, el movimiento estudiantil de la UNAM y otros centros sigue activo en redes sociales, donde aguarda el momento para poder salir a las calles para volver a protestar bajo el emblemático mural de David Alfaro Siqueiros que decora la sede de la Rectoría de la mayor universidad latinoamericana. EFE
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