Nedim Hasic, Sarajevo, 20 nov (EFE).- Dayton es hoy una de las palabras más populares en Bosnia-Herzegovina, integrada en la cultura popular. Tiendas, mercados y localidades han sido bautizadas con el nombre de esa ciudad estadounidense en las que se firmaron los Acuerdos de Paz, pero no todas las esperanzas despertadas hace veinticinco años se han cumplido.
Es la idea que destacan muchos estos días, ante el aniversario mañana del compromiso alcanzado en la citada localidad del sureste de Ohio el 21 de noviembre de 1995 que puso fin a tres años y medio de guerra entre bosnios musulmanes, serbios bosnios y croatas bosnios.
El pacto fue precedido de tres semanas de arduas negociaciones en la base militar estadounidense de Wright Patterson, en Dayton, en una conferencia de paz internacional con la asistencia de tres presidentes -el bosnio, Alia Izetbegovic; el serbio, Slobodan Milosevic, y el croata, Franjo Tudjman- y tres mediadores, Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Rusia.
Fue impulsado por el entonces presidente estadounidense, Bill Clinton, junto con sus negociadores Richard Holbrooke y el general Wesley Clark, y fue suscrito oficialmente el 14 de diciembre del mismo año en París por Milosevic, Tudjman y Izetbegovic.
LA PEOR GUERRA EUROPEA DESDE 1945
Con cerca de 100.000 víctimas mortales, 1,8 millones de desplazados, decenas de miles de mujeres violadas y cientos de campos de concentración y detención, además de 8.000 personas aún “desaparecidas”, la contienda bosnia fue la más sangrienta de Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Uno de los capítulos más oscuros fue la matanza de Srebrenica en julio de 1995, en la que las tropas serbobosnias comandadas por el general Ratko Mladic mataron a unos 8.000 varones musulmanes bosnios sin que lo impidieran los cascos azules holandeses que vigilaban la zona, un hecho que en 2007 la Corte Penal Internacional de Justicia elevó a genocidio.
EL ESTADO MÁS COMPLICADO DEL MUNDO
Los Acuerdos de Dayton supusieron el fin de los enfrentamientos armados y de los peores padecimientos de la población, pero ese anhelado objetivo fue sólo posible con un compromiso que convirtió a Bosnia, una de las seis repúblicas federadas de la antigua Yugoslavia, en el Estado con el sistema político más complicado en el mundo.
“Estados Unidos ideó un concepto aceptable para que las tres partes (en conflicto) detuvieran la guerra, pero que tenía incorporados elementos de una inestabilidad duradera”, dice a Efe Kasim Trnka, expresidente de la Corte Constitucional bosnia.
Si bien Dayton confirmó la inviolabilidad de las fronteras de Bosnia, el país quedó dividido entre las comunidades étnicas.
El territorio, de 51.197 kilómetros cuadrados, fue concebido como un Estado con dos entidades autónomas: la Federación de Bosnia-Herzegovina (musulmano-croata), con el 51 % del suelo, y la República Serbia de Bosnia o “Srpska”, con el 49 %, con tres pueblos constitutivos, bosnios musulmanes, serbo-bosnios y croata-bosnios.
El resto de minorías étnicas o los ciudadanos sin pertenencia a uno de esos grupos están privados de derechos propios.
El país balcánico está hoy dirigido por una presidencia tripartita, catorce gobiernos, catorce parlamentos bicamerales y unos 130 ministerios.
Para Trnka, uno de los factores de inestabilidad política es el derecho, establecido en el Acuerdo Marco General Para la Paz en Bosnia-Herzegovina (o GFAP, en sus siglas en inglés), que se dio a los representantes de las tres comunidades de bloquear cualquier iniciativa o decisión a nivel estatal.
Líderes locales de esas comunidades, con frecuencia apoyados por las vecinas Serbia y/o Croacia, así como políticos islamistas, continúan defendiendo aspiraciones secesionistas o nacionalistas y bloquean el desarrollo del país y su avance hacia la integración europea.
CORRUPCIÓN Y POBREZA
La Bosnia actual es un Estado inestable donde no funciona el Estado del derecho, flagelado por la corrupción, la pobreza y la inseguridad social, mientras los jóvenes emigran al extranjero.
“La única solución sería que la comunidad internacional presione a las autoridades locales para que se cumplan las condiciones de acceso a la UE. Esas condiciones, incluido el respeto de los derechos humanos, elevarían el nivel de vida y son más importantes que el acceso en sí”, considera Trnka.
Las posturas entre los dirigentes de las comunidades son “cada vez más antagónicas”, según ha advertido a la ONU el alto representante internacional para Bosnia, Valentin Inzko.
En un informe sobre la situación presentado el pasado día 5, Inzko resalta que la inestabilidad política en Bosnia obstaculiza también la lucha contra la covid-19.
“Estoy particularmente preocupado por las relaciones entre los lideres políticos en Bosnia, que son cada vez más antagónicas (…), continúan las amenazas secesionistas, los bloqueos al Estado y la federación”, que representan una seria amenaza a la paz y estabilidad, subraya.
LOS JÓVENES SE VAN
Bosnia-Herzegovina tenía en 1991 unos 4,4 millones de habitantes, cifra que cayó a 2,7 millones en 2017, según la oficina estadística europea Eurostat.
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) estima que unos 184.000 bosnios emigraron entre 2013 y 2017 a 36 países industrializados, es decir, una media de 36.800 al año, con tendencia creciente.
En 2019, el 34 % entre los ciudadanos de entre 15 y 24 años estaba desempleado y se estima que cerca del 40 % de los jóvenes no puede encontrar trabajo o terminar su educación en un país en el que el salario medio es seis veces menor que en Alemania o Austria. EFE
nh-vb/wr/acm