Por Maria Alejandra Tangarife Toro | 11/04/2021.
Las grandes extensiones de tierra cultivadas con una sola especie de planta son llamadas monocultivos. Desde las últimas décadas esta modalidad ha generado mayores ganancias, pues las cosechas son más grandes y más productivas a un menor precio al usar un patrón estándar en el riego, fertilización y recolección.
En el país esta práctica se da principalmente con la caña de azúcar, el cacao y la palma de aceite. Un precedente que facilitó la multiplicación de monocultivos fue el Plan Colombia, en el 2001, a través del cual se buscaba reemplazar cultivos ilícitos.
En el caso del monocultivo de palma de aceite se sabe que el área sembrada de esta pasó de 5.800 hectáreas en 2007 a 22.044 en 2016, de acuerdo con datos de la Red de Información y Comunicación del Sector Agropecuario de Colombia. Lo que implica eso es que al usar extensiones tan amplias de tierra se deben erradicar todos los ecosistemas que haya en esa zona. Además, provoca la erosión y pérdida de minerales en los suelos debido a la explotación constante en cada cosecha sin permitir que estos se recuperen.
Según la Federación Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite, Fedepalma, la palma de aceite es la planta oleaginosa más productiva del planeta y con una hectárea de esta es posible obtener más del doble de aceite que con otras especies vegetales. Actualmente, hay monocultivos de esta en 161 municipios de 21 departamentos en Colombia. Dichos datos explican el valor comercial que genera, pero es importante hablar de los efectos adversos que deja en la tierra y el medio ambiente.
En comunidades rurales como en Maria La Baja o en Montes de María, en el Caribe de Colombia, han sufrido el desplazamiento de sus cultivos nativos por los de dicha palma. Así, hoy en lugar de sembrar ají dulce, guayaba, mango o coco hay grandes terrenos sembrados únicamente con palma de aceite. Es imperante mencionar que la diversidad de especies animales y vegetales permiten un balance en el medio ambiente, pero al limitar esa pluralidad se incrementa el riesgo de aparición y proliferación de plagas, así como el efecto adverso en la fertilidad de los suelos, como se mencionó anteriormente.
En ese orden de ideas, en un país en vía de desarrollo como Colombia los monocultivos impactan positivamente los dividendos de grandes terratenientes e industrias masivas, pero el costo alto se refleja en la calidad de suelos que no se recuperarán en muchos años, en los que se pierde la fertilidad y donde muchas especies de animales y de plantas quedan sin su ecosistema para subsistir.
Los monocultivos son una modalidad agresiva para la biodiversidad de un país tan rico naturalmente como Colombia. Sin duda, es una factura para el medio ambiente que hace falta revisar y replantear.