Por Guillermo Romero Salamanca
Una de las canciones populares más queridas en Galicia se titula “Tienes casa y tienes hórreo”. Aunque hay varias versiones famosas, la más apreciada es la que interpreta con magistral voz Marcelino Fernández “El manquín”, acompañado por El Gaitero de Veriña y es un homenaje a esas edificaciones que pululan por el norte de España, convertidas en visita obligada por quienes hacen el Camino de Santiago.
Los hórreos, para dar una explicación sencilla, son unas construcciones que levantan las casas para guardar las cosechas y protegerlas de los animales, pero también para preservarlas por el tiempo.
Hay algunos con más de 200 años y otros, de unas cuantas semanas o días.
Dicen que en la región de Carnota puede contar con más de 880 hórreos y hay disputas con los de Lira por saber cuál es el de mayor extensión.
Los historiadores consideran que sus construcciones comenzaron antes de la llegada de los romanos.
Aunque tienen una forma rectangular, lo cierto es que uno de otro difiere en altura, tipo de material y extensión.
Tomaron importancia a principio de siglo y, en realidad, los más grandes los poseían las parroquias donde almacenaban todos los granos que les llegaban por donaciones o, simplemente, por el llamado diezmo en especie.
Cambiaron de estatus jurídico en 1926, cuando un Real Decreto Ley los incluyó en el catálogo de patrimonio arquitectónico por proteger. Desde entonces, son considerados bienes inmuebles y Monumento Histórico-Artístico.
«Su uso originario era guardar, secar y conservar el maíz y otros productos de la tierra, para ello los almacenaban en esos cuartos levantados sobre pilares. Mantenían así los alimentos lejos de la humedad o animales haciendo las ranuras funciones de ventilación.
Dicen los historiadores que con la desaparición progresiva de la agricultura tradicional se fue perdiendo su funcionalidad originaria para convertirse en elementos de decoración», explica Pitusa Fariña Reboredo, de la Xunta de Galicia.
El hórreo de Carnota, declarado Monumento Nacional, fue construido en 1768, pero fue en 1783 cuando se amplió con nuevos pares de pies. Tiene 34,76 metros de largo y 1,90 metros de ancho y cuenta con 22 pares de pies.
Los gallegos les tienen otros nombres como “paneira”, “canastro”, “piorno”, “cabazo”.
Tiene varias propiedades: no permite, por su construcción, que las ratas suban allí, ni siquiera los inquietos gatos.
HASTA LAS MATEMÁTICAS LES DIERON LA RAZÓN
Según informó en el 2012, la agencia española Sinc, los hórreos que tienen un suelo con hendiduras regulan mucho mejor la temperatura frente a la radiación solar, lo que favorece la conservación del maíz que almacenan. Algo que los antiguos sabían, y demostrado con un modelo matemático desarrollado en la Universidad de Vigo.
“En muchas de las restauraciones de hórreos antiguos realizadas durante los últimos años se ha optado por cerrar las ranuras que perforaban el suelo. No ha sido buena idea, según confirma un estudio que investigadores de la Universidad de Vigo acaban de publicar en la revista Energy and Buildings”, dice el informe.
“Las ranuras no solo sirven para ventilar el interior de esta construcción donde se almacena el maíz y otros alimentos, sino que también reducen la temperatura cuando incide el sol. Los científicos lo han comprobado colocando sensores ‘termohigrométricos’ en el hórreo e introduciendo los registros en un modelo matemático. Ecuaciones de mecánica de fluidos han servido de referencia”, agrega.
“Aunque en principio se podría pensar que es bueno el calor para secar las mazorcas, si aumenta mucho la temperatura cambia la curva de equilibrio higrométrico del maíz y comienza a absorber humedad del ambiente, lo que favorece la proliferación de las bacterias que originan su putrefacción”, explica a SINC César Saá, investigador de la Universidad de Vigo y autor principal del estudio.
Todas las construcciones, eso sí, tienen una punta de una cruz y en la otra un mástil. La primera simboliza el agradecimiento al Creador y la segunda a la prosperidad de la tierra.
Quienes visitan Galicia admiran aquellas edificaciones que se han convertido en sitios obligados para hablar luego sobre el turismo hórreo.
A los historiadores se les cuenta también que el maestro colombiano Rafael Escalona compuso “La casa en el aire”.