Macarena Soto, Madrid, 29 jun (EFE).- Fueron clave durante los momentos más duros de la pandemia de coronavirus, dando de comer a miles de personas con necesidades, pero ahora, con el retorno a la “normalidad”, los bancos de alimentos de muchos barrios españoles reclaman la ayuda de las autoridades para poder seguir mitigando una “emergencia social” que “no ha remitido” y que las instituciones “ignoran”.
Es la situación que vive la Plataforma La Cuba y la Red Solidaria Vecinal de Villa de Vallecas que están replanteando su modelo y adaptándose a una nueva realidad que no parece traer soluciones para las personas más vulnerables.
“Por un lado, las donaciones han bajado y por otro, las fuerzas -de las personas voluntarias- han menguado”, explica a Efe Mónica Mercado, de la Red Solidaria Vecinal de Villa de Vallecas, una percepción que comparte Pilar Felipe, de La Cuba: “no se trata de caridad, sino de justicia, es el Ayuntamiento quien tiene que hacer esto”.
A mediados de abril, la Plataforma La Cuba, nacida de un equipo de fútbol para niños y niñas, tomó las tablas del Teatro del Barrio, en el céntrico y multicultural barrio de Lavapiés en Madrid, para llenarlas de fruta, pasta, arroz, leche o productos de higiene, con las que ayudaron a 3.200 personas vulnerables.
En un comunicado lamentan que la situación no haya mejorado y explican que tras el regreso a la actividad comercial, el modelo de despensa organizado por voluntarios es ya “insostenible”.
Por su lado, la Red Solidaria Vecinal de Villa de Vallecas repartía de lunes a domingo a unas 280 familias, ahora lo hacen dos días por semana y 160 familias son las receptoras. Mantendrán este sistema hasta el mes de julio, cuando se les acaban los recursos y tendrán que cambiar el modelo asistencial.
LAS DESPENSAS CIERRAN, PERO NO SE VAN DEL TODO
La Cuba cierra las puertas tras haber tenido que mudarse. Hace unas semanas se vieron forzados a dejar el teatro por la reapertura del mismo y se trasladaron a otro local propiedad de un vecino en el que tampoco les cobraron alquiler y donde pudieron seguir asistiendo a sus vecinos.
La despensa cierra, pero no se va del todo. En el aire está la red de cuidados liderados por un grupo de 60 personas llamadas “las madrinas” que desde el principio organizaron las conversaciones con los vecinos que acudían al banco y 25.000 euros de donaciones que personas anónimas entregaron desde el comienzo de la pandemia.
Estas donaciones se gastarán en los pequeños comercios del barrio, en una docena de carnicerías, fruterías y otros establecimientos de productos de primera necesidad, a donde 800 familias acuden ya a canjear los bonos.
Arnaldo tiene 42 años, es venezolano y reside desde hace un año y medio en la capital española, junto a su pareja mexicana. Ambos han sido usuarios del comedor de la Cuba desde el comienzo de la pandemia y esta semana usó por primera vez el nuevo sistema, con 20 euros para la carnicería y 15 para la frutería.
Ahora que La Cuba cierra tiene claro que “sin ellos” la situación “habría sido aún más difícil, un 70 u 80% peor”: “han sido una ayuda grandísima”.
“Ando buscando trabajo por todos lados, estamos viendo si podemos regresar a México porque es muy difícil vivir así, pero mientras tanto nos seguiremos ayudando entre todos”, adelanta.
La organización recuerda además que a día de hoy siguen atendiendo diariamente a 170 personas en situación de calle, un trabajo que continuará en los próximos meses la Asociación Plaza Solidaria “con el apoyo de una donación de 6.500 euros”.
PERMANECEN LOS LAZOS VECINALES
En la misma dinámica que otras despensas solidarias de la capital, que durante la pandemia fueron lugares estratégicos para la ciudadanía, La Cuba se despide de Lavapiés aunque deja unos fuertes lazos vecinales que superarán el paso del tiempo.
Pilar subraya que el trabajo que vienen realizando las despensas ciudadanas han de retomarlo las instituciones porque no se trata de “caridad sino de justicia”.
“Esto lo tiene que tomar el Ayuntamiento, para eso están los servicios sociales, lo cual no quita que la red siga como apoyo entre vecinos”, opina.
Un apoyo “de vecinos para vecinos” que ha llegado a cientos de personas vulnerables, españolas y extranjeras, en situación de calle o con dificultades para pagar el alquiler, sin contratos laborales y por ende sin sus correspondientes derechos, migrantes con permiso de residencia o sin él.
“Éramos unas 60 personas, mayoritariamente mujeres pero no solo, teníamos una lista de 15 personas a las que llamábamos para avisarles el día de reparto de la cesta, que era muy rudimentaria, y también preguntarle por sus problemas e intentar ayudarles a resolverlos”, explica.
En Vallecas, un barrio de larga tradición obrera en el sur de la capital española, la despensa desaparecerá en agosto, pero se mantendrá como una red de apoyo vecinal donde las familias estarán dentro del día a día de la red.
“No queremos ser asistencialistas, las familias pasan a colaborar con nosotras y a estar dentro de todos los grupos de acciones en los que pueden y deben participar, es un requisito indispensable para que sigan recibiendo la comida”, dice Mónica.
A partir de entonces, la historia será distinta: “intentaremos mantener las redes sociales populares, continuar en septiembre con las familias que lo deseen. Es el cambio de asistencialismo a solidaridad activa, a las familias les viene bien porque no se sienten solo receptoras sino partícipes de este cambio, solo el pueblo salva al pueblo”. EFE
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