Por Fernando Calderón España.
Cuando el director de la OMS lloró en rueda de prensa porque la situación de la pandemia se había salido de control sentí que mi país, que torció el manejo de la presencia del virus, quedaba a la deriva.
Desde las dudas entre el 19 y el 24 de marzo para aislar a la gente hasta las prórrogas cortas del aislamiento, pasando por las excepciones que tienen hoy a todo el mundo en la calle, no ha habido buen juicio, análisis del contexto mundial, repaso histórico de estos eventos, y una asesoría científica poderosa que hayan definido que esto no es una epidemia que se combate con oraciones, misas, energía positiva, rezos indígenas, palabras bonitas de arrepentimiento, ni cánticos de esperanzas, ni promesas de que el ser humano va a cambiar.
Es con decisiones de política sanitaria efectivas y no con pasos de ciego y con una férrea voluntad de utilizar los recursos del Estado para soportar el embate económico.
El gobierno le hubiera podido decir al pueblo que cesaba todo proyecto de infraestructura durante uno o dos años, a cambio de subvencionar decididamente a la economía, con la promesa de la vida y no con la del dinero.
Pero, además, le agregamos la falta de dureza para hacer cumplir las disposiciones: ahora todo el mundo está en la calle.
La pandemia llegó en el momento en que colombianos y el mundo se equivocaron eligiendo a sus líderes.
Y esta situación se prolongará por un año o más. Ya llevamos cinco meses.
Solo la vacuna interrumpirá esta proyección.