Gonzalo Sánchez, Roma, 27 jun (EFE).- La noche del 27 de junio de 1980 un avión caía al mar cerca de la isla siciliana de Ustica con 81 personas a bordo. Las investigaciones posteriores apuntaron a que fue abatido pero, 40 años después, la tragedia sigue envuelta en el misterio.
El avión, un Douglas DC-9 de la compañía Itavia, salió de Bolonia (norte) a Palermo (sur) pero su señal desapareció de los radares a las 20 horas, 59 minutos y 45 segundos. Dentro viajaban 64 adultos, 11 jóvenes, dos recién nacidos y cuatro miembros de la tripulación.
El desastre, del que hoy se cumplen cuarenta años, abrió una de las páginas más oscuras de la historia del país, plagada de dudas: ¿Cayó por una avería técnica, como se dijo en un principio, abatido o por un explosivo? Y de ser así… ¿Quién y por qué lo hizo?
Daría Bonfietti perdió a su hermano, Alberto, de 37 años de edad, y desde entonces ha perseguido incansablemente la verdad como presidenta de la asociación de familiares de víctimas, e incluso desde el Parlamento como diputada y senadora.
Sin embargo ahora se confiesa decepcionada porque cree que el Estado no ha hecho lo suficiente para esclarecerlo. “Siento mucha rabia y desilusión por la falta de credibilidad de nuestras instituciones”, sostiene en una conversación telefónica con Efe.
Ella lo tiene claro: el avión fue “abatido” por algún tipo de misil o colisión en “un contexto de guerra” en el cielo entre fuerzas de la OTAN y la Libia de Gadafi.
CRONOLOGÍA DE UN INTERROGANTE
El accidente enseguida conmocionó a un país que vivía instalado en los Años de Plomo. La primera hipótesis fue que el avión había sufrido una avería, por lo que poco después el Gobierno retiró la licencia a la aerolínea.
La comisión parlamentaria que investigó el asunto excluyó esa versión y se decantó por un misil o una bomba instalada en el interior. Poco después el silencio envolvió el caso y no se retomó hasta que en 1987 se recuperó parte de sus restos del fondo del mar.
En 1999 uno de los protagonistas de esta historia, el juez Rosario Priore, procesa a varios militares de las Fuerzas Aéreas, como el comandante Lamberto Bartolucci y su vice, Franco Ferri.
Lo hace a pesar de que la investigación previa fue obstaculizada por la Aeronáutica Militar italiana, tal y como denunciaría.
Por esa razón los imputados no fueron acusados del derribo, sino de destruir pruebas. Bartolucci y Ferri fueron además acusados de alta traición por no comunicar los particulares de lo ocurrido.
Finalmente nadie pisó la cárcel porque los delitos había prescrito y los altos cargos fueron absueltos de las acusaciones que no expiraban.
Los familiares tuvieron que conformarse con las indemnizaciones pero nunca supieron cómo se desarrollaron los hechos, aunque lo sospechan: “Hoy nos falta el autor, los nombres de los que abatieron el avión y cómo ocurrió. No hay culpables”, lamenta Bonfietti.
UNA GUERRA AÉREA CONTRA LA LIBIA DE GADAFI
La investigación sostenía que la aeronave fue abatida en medio de una escaramuza aérea entre potencias como Francia, Estados Unidos y Reino Unido contra los cazas de Muamar el Gadafi.
Precisamente en aquellos días de junio de 1980 en los montes de Calabria se encontraron los restos de un caza libio MIG-23, de fabricación soviética, y el cadáver de su piloto.
Esta teoría contó con sorprendentes valedores. El propio dictador libio aseguró en 2003 que el avión fue derribado por error por Estados Unidos y Francia en el marco de un plan para asesinarle.
Y en 2008 el presidente emérito de la República italiana, Francesco Cossiga,sorprendió al asegurar que la causa del desastre fue un misil lanzado por un avión de la Marina francesa contra una aeronave de Gafadi, pero este fue avisado antes y no llegó a volar.
LA VERDAD A PESAR DEL TIEMPO
La búsqueda de la verdad sobre lo ocurrido sigue siendo la mayor exigencia de los familiares de las víctimas. Tras las declaraciones del presidente Cossiga, fallecido en 2010, la Fiscalía de Roma reabrió una investigación que aún sigue en curso y bajo secreto.
El dossier está en manos de los fiscales Maria Monteleone y Erminio Amelio y se centra en desvelar el mayor interrogante, quién desató la tragedia, ya que ese delito no prescribe en Italia.
Uno de los últimos descubrimientos ha sido una grabación de las cajas negras que no pudo escucharse con la tecnología de la época y que ahora ha sido mínimamente desentrañada. En ella se escucha al copiloto, Enzo Fontana, diciendo “Guarda cos’è” (Mira, qué es eso).
Este audio, difundido por la cadena pública RAI hace unos días, será entregado a los fiscales y Bonfietti cree que demuestra el avistamiento de algo inesperado desde la cabina.
Por eso considera que el Estado debe mostrar músculo y exigir responsabilidades a los países sospechosos de cometer este abatimiento: “De lo contrario nuestra dignidad nacional daría asco”, zanja, notablemente irritada.
Este sábado varias autoridades del país participan en un homenaje en Bolonia, la ciudad de la que partió el avión y donde reposan los restos que durante años han ido emergiendo de las profundidades del mar, como pequeños pedazos de una historia aún por cerrar. EFE
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