Por Fernando Calderón España
He leído un fuerte cruce de opiniones entre amigos de la misma clase social.
Todo por Griselda. Las mujeres dividiendo a los hombres. Como en las películas mexicanas de época en donde una mujer ponía a dos hombres en duelo, hasta que la muerte los separaba. Y ella se quedaba con el ganador, que no era más que un asesino a quien los habitantes del pueblo, aplaudían. Por tiro fijo.
No tercio en esas disputas porque no soy de esa clase y nunca viví la guerra. Viví si, la pobreza que me desplazó de Garzón. Soy un desplazado. Y víctima del subdesarrollo supérstite. Ningún pariente mío fue secuestrado. Ni asesinado. El último murió de pulmonía. No de plomonía. Creo que como conmigo, se hubieran encartado y nos hubieran ultimado de un primer tiro. No nos hubieran cobrado ni las balas. A duras penas ha habido para sobrevivir en estrato bajo/alto.
No discutan por cosas que ya casi se van a superar porque los contradictores de la paz han comenzado a darse cuenta que es mejor sin balas. Con lengua se llega lejos. Dígamelo a mi. No por verde, ni por rojo, sino porque es más placentero y duradero. Vivo de la lengua y los dedos hace más de 40 años.
Y sin glifosato que tuvo ahora un palo en su hélice en la cámara demócrata gringa. La aspersión aérea quedó en inmersión.
La paz esté con ustedes. No me vayan a decir “Y CON SU ESPÍRITU”, porque prefiero oír “Y CON SU CUERPO”. Tengo mucho dolor de espalda. Adiós.