Por Mons. Libardo Ramírez Gómez
Cuando el país clama por serenidad, sensatez, equilibrio y reconciliación generosa para salir adelante de tantos graves momentos en que vivimos, aparecen lamentablemente actitudes en todas las esferas sociales, totalmente contrarias a las que se reclaman. Sorprende que personas que han recibidos los más altos honores de la Patria, ante hechos que deben ser reprobados con toda energía, aparecen con expresiones claramente desfasadas, que, en lugar de conducir a paz y reconciliación, hacen que se conviertan en lanzamiento hacia las peores fatalidades. Aparecen dando voces incendiarias, realmente demenciales, como lanzar gasolina para apagar incendios.
A cada paso se oyen equilibradas llamadas a crear movimientos que con generosidad y angustiado amor patrio unan voluntades, para, con esfuerzo común y desoyendo agravios, colaboremos todos a la enmienda del mal, con medios pacíficos. Desafortunadamente hay quienes acrecientan desacuerdos al contestar con acciones criminales y destructoras. Es aquí en donde se debe más, y a voz en coro, rechazar el mal dando aportes pacíficos y sensatos, y no con voces que inciten a hechos vandálicos. Con esto último solo se consigue agravar situaciones.
Hay personas convertidas irracionalmente y profesionales incitadores al odio y a la destrucción, que lanzan consignas destructoras dizque como corrección a graves fallas cometidas por investidos de autoridad. Es preciso rechazar firmemente esa demencial actitud que favorece, ciertamente, esos letales comportamientos. Me dolió, profundamente, que un Ex Presidente de la República, en este ambiente que reclama tanta cordura y prudencia, ante algunos muertos en condenables hechos cometidos por agentes de la Policía, se pronunciara con condena de toda esa Institución, y con visible animo de enlodar al Gobierno, diera por sentado que esa barbaridad se daba por orden de él, y que era “algo que en ninguna parte del mundo se daba”. Considero que hubo malévola intención opositora y mendaz afirmación, pues es olvidar que en dictaduras de la misma ideología que en Colombia, propicia esos desmanes, y que es a la nos quieren llevar, ellos a sus opositores los han arrasado y no solo con balas sino con tanques, como en China (junio de 1989), y, en Hungría, en octubre de 1956.
En estos propios días, estoy lanzando un modesto aporte a la búsqueda de la reconciliación, en libro titulado “Hacia efectiva reconciliación”, en el cual, aún recordando tantas pugnas y polarizaciones a través de los siglos, invito a que busquemos lecciones de superación para épocas mejores en el futuro. Menciono esos enfrenamientos para reflexionar que toca luchar contra estilos inveterados entre los humanos, superados en algunas épocas con soluciones de providencial cordura. A propósito recuerdo la muy sabia recomendación del Papa Francisco, en su visita a Colombia (2017), que, para tener diálogos fructuosos “no vayan con agendas ocultas”.
Con reconocimientos, aceptación de la verdad y amor patrio, sin mutuos prejuicios, hemos de salir adelante. Si amamos de verdad a la Patria, que seamos serenos y constructivos en lo político, y en todos los frentes, y nada de pregonar insensatos extremismos.
Obispo Emérito de Garzón
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