¿GUERRA? NO, ALGO MUCHO PEOR QUE ESO

Por Gustavo Castro Caycedo.

Estremecedor lo que informó el viernes en la noche el noticiero CM&, pero se quedó corto porque ni siquiera alcanzó a reflejar la terrible realidad que vive Colombia. De la cual yo tampoco alcanzo a señalar aquí sino una ínfima parte.

El estado de las cosas es peor que el de un país en guerra. Es muy posible que haya quienes no lo vean así, (respeto su “panorámica”), pero es la verdad.

Una despiadada e inclemente pandemia; miles de infectados y muertos; el desempleo solo igualado por el que dejó la Guerra de los Mil Días; el país en quiebra; la economía deshecha; centenares de pequeños y medianos empresarios y comerciantes quebrados.

Millones de colombianos y de inmigrantes venezolanos, con la tragedia al hombro, deambulando por calles y carreteras, bajo un invierno inclemente, angustiados, muchos llorando en busca de un pan para que sus hijos y sus familia no se mueran de hambre.

Los centros asistenciales sin dotación, abandonados por el Estado (y a merced de los negociantes de la salud), declarados: “hospitales de guerra”. Médicos, enfermeras y trabajadores que se juegan su vida por salvar la de los colombianos, abandonados por el gobierno, reciben como pago amenazas de muerte, discriminación e ingratitud de parte de algunos colombianos indignos.

Secuestros, masacres, atentados terroristas; ataques guerrilleros, paramilitares y de bandas criminales.

Contratistas ladrones amangualados con alcaldes, gobernadores y políticos corruptos, arrasando con el dinero que era para la comida de los pobres. Los especuladores indolentes, como buitres al acecho. Niños, mujeres y ancianos aterrorizados, confinados en sus casas. Como si todo eso fuera poco: inundaciones, derrumbes y vías cerradas.

Todo tipo de violencias en el campo y las ciudades que están en manos de los hampones.

Masacres en las cárceles donde pulula el coronavirus entre presos inhumanamente asesinados.

Centenares de muertes impunes de líderes cívicos, de reinsertados, y de niños, jóvenes y mujeres a quienes asesinan para robarles un celular o una bicicleta, o porque no tenían nada para los asaltantes. Y la policía impotente porque la justicia no opera y muchas veces deja libres a los delincuentes.

Una parálisis del transporte aéreo y terrestre nunca vivida. Y ante todo esto, periodistas que parecieran no darse cuenta de toda esta realidad que tiene doblegada a Colombia, cuyo gobierno en algunos casos es impotente; y en otras incapaz o culpable; y que a veces se preocupa más por maquillar su imagen que por lo más crítico, urgente y fundamental.

Creo que el mayor conflicto, (en crecimiento), es el de una población sin trabajo, sin recursos, con hambre, abandonada y frustrada, en un momento de desesperación, (por su tragedia y la de sus familias), va a estar dispuesta a lo que sea para sobrevivir.

Eso no está en las frías cifras estadísticas.

Su drama, su dolor y sus reacciones son y serán insospechadas.

Sí, lo que hoy vive Colombia es peor, mucho más trágico que una guerra.

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