Por Tatiana Fandiño | 14/03/2021.
USA, desde su fundación, es un territorio moldeado por la inmigración, la cuál aporta demasiado al crecimiento económico y desarrollo social. Luego de la ola migratoria que arribó del continente Europeo hacia finales del siglo XIX, la inmigración cayó dramáticamente, de alrededor de un millón al año en 1910 a solo 165.000 en 1924, debido, primordialmente, a la descomposición económica tras la Enorme Depresión y ambas guerras internacionales. En 1986 se otorgó una amnistía a bastantes personas que vivían en EE.UU. sin documentos.
Los inmigrantes contribuyen de manera directa al aumento económico, pues la población crece y es proporcional la demanda de bienes y servicios. Asimismo pagan sus impuestos y contribuciones gubernamentales. Darle la ciudadanía a varios inmigrantes no autorizados y permitir la inmigración elevaría el aumento del producto interno bruto (PIB). Según un estudio de New American Impact, desde el 2016 al 2019, los inmigrantes han aportado 38% al desarrollo económico. Los que están en estatus legal y emprendieron, representan al 20% del total de los emprendedores del país. Las personas que ingresaron de manera irregular, es más posible que sean empleados en la zona de servicios como auxiliar de cocina, chefs, asistentes en el cuidado de individuos, albañiles, agricultores y transportadores. Es especialmente atractivo que, entre los trabajadores poco capacitados, es más posible que los inmigrantes se encuentren empleados y reciban menos beneficios gubernamental que esos nacidos en EE.UU.
La proporción de población nacida en el extranjero cambia conforme la región del territorio: a partir de menos del 5% en el sureste y medio oeste, hasta más del 20% en California, Florida, Nueva Jersey y Nueva York. Se distribuyen, aproximadamente en 27% mexicanos, el 17% es de demás latinos, principalmente guatemaltecos, salvadoreños y uruguayos; 11% asiáticos y menos del 7% a europeos. El 64% del total de los inmigrantes corresponde a los que habitan de manera ilegítima.
