Natalia Román Morte, Túnez, 7 nov (EFE).- El proyecto “cine en femenino” busca formar a mujeres tunecinas tanto delante como detrás de la cámara, en su mayoría jóvenes con pocos recursos y sin ninguna experiencia, para transformar la industria cinematográfica, acusada a menudo de hermética y elitista además de ser una profesión copada por los hombres.
Así lo dicen las estadísticas: según un estudio del think tank norteamericano “The Annenberg Inclusion Initiative”, de las 1.100 películas más taquilleras de la última década, sólo 43 fueron dirigidas por mujeres y el 30% protagonizadas por ellas. El cine tunecino, con un presupuesto y una producción mucho más limitada- con una media de 12 cintas por año- no es una excepción.
“No se trata sólo de hacer una película exclusivamente con mujeres porque son mujeres sino porque son muy competentes pero no logran ascender pese a todos sus años de experiencia. Muchas son asistentes eternamente. Ese talento hay que recuperarlo”, explica a Efe la fundadora del proyecto y realizadora, Ismahane Lahmar, que estudió cine en París y Nueva York.
“En todos los sectores se desarrollan proyectos para fomentar la paridad y esta es la ocasión de aplicarlo en el mundo del cine”, agrega Lahmar, de 39 años.
De un centenar de aspirantes, sólo doce fueron seleccionadas para convertirse en aprendices de los diferentes oficios del séptimo arte: desde el script, pasando por vestuario, atrezo, montaje y hasta dirección.
Una escuela-rodaje que cuenta con un presupuesto de 350.000 dinares (unos 110.000 euros) gracias a la fundación suiza Drosos y que prevé trabajar un mes de preparación, tres semanas de grabación y dos meses de postproducción.
Bajo el título “Me iré al diablo”, contará la historia de una tunecina que regresa a su país para planear su propia muerte tras ser diagnosticada de una enfermedad terminal. Aquí el tiempo es el leitmotiv, tanto dentro como fuera de la pantalla.
OBSTÁCULOS Y CORONAVIRUS
En esta ocasión, no es el estreno el que apremia- sin fecha oficial ante la parálisis que sufre la cultura a causa del coronavirus- sino por el toque de queda impuesto en el país, que prohíbe toda actividad “no imprescindible” entre las 20.00 y las 5.00 a diario y las 19.00 y las 6.00 horas los fines de semana.
Por si fuera poco, uno de los patrocinadores, un hotel de la ciudad de Nabeul (a 50 kilómetros de la capital) donde debía alojarse el equipo, fue requisado a última hora por el Estado para hacer frente a la pandemia, que ha causado ya más de 64.000 contagios y 1.500 fallecidos en Túnez.
“Es una agenda muy apretada porque grabamos entre cinco y siete escenas diarias, lo que es enorme, y además hay que formar a las chicas para que puedan optar a un puesto de trabajo y logren una remuneración en su próxima película”, relata Wafa Mimouni, que se estrena como primera directora de fotografía de un largometraje tunecino.
Una cinta piloto realizada casi exclusivamente por mujeres a excepción de cuatro hombres que integran los departamentos de maquinaria, sonido, iluminación y electrónica, cuyo personal femenino era hasta ahora inexistente.
“Hay una serie de trabajos que son asociados a los hombres porque exigen un esfuerzo físico y las pocas mujeres que ejercen no llegan a los puestos de dirección. Con este película queremos cambiar las mentalidades”, señala Mimouni, que ha sido ayudante de cámara durante doce años.
PIONERAS
Una de las nuevas reclutas es Donia Guessmi, una joven de 28 años que ha pasado de reparar coches a ser la primera asistente de maquinista en el país, cuya tarea es montar y desmontar grúas, plataformas y todo tipo de artilugios.
“Puede que sea porque la sociedad es machista y no acepta que una mujer ejerza una profesión considerada masculina. Pero, si un hombre puede hacerlo, ¿por qué una mujer no?”, se pregunta Guessmi, que sueña con compaginar su nueva profesión con un taller mecánico para mujeres.
En el departamento de peluquería y maquillaje, el camino se hace en sentido contrario, explica Hajer Lakhdher, una veterana con 30 años de carrera.
“Cada vez hay más hombres aunque cuando se trata de películas de los países del Golfo se sigue privilegiando a las mujeres porque las actrices se sienten más cómodas, sobre todo para preparar las escenas íntimas, señala Lakhder.
El objetivo de esta iniciativa es crear una red de apoyo entre profesionales y, al mismo tiempo, una microeconomía cinematográfica en el que las principiantes podrán formar a su vez a futuras discípulas.
“La idea es realizar dos películas al año si conseguimos la financiación de los patrocinadores. Paso mi sueño a otras mujeres: darles un presupuesto y un apoyo para que puedan hacer sus propias películas”, confiesa Lahmar. EFE
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