Por Fernando Calderón España
Hay una juventud llegando al poder o ya en el poder, en lo público y en lo privado, arrogante, pretenciosa, arribista, desconsiderada, grupista, irrespetuosa, educadamente agresiva, cínica en sus narrativas, supremacista, monetizada, de ortodoxia religiosa, petulante de su océano de conocimientos con centímetros de profundidad, cuyas aspiraciones se centran en obtener riqueza por la riqueza, individualista y extravagantemente inconsciente de que existe por otros.
Esa juventud fue el objetivo de unos locos nacionalsocialistas que los uniformaron con unas camisas negras y, en otros lados, con pardas que identificaron a las milicias voluntarias para “la seguridad nacional” de Mussolini y a la “sección de asalto”, una organización voluntaria del partido obrero alemán. Franco también vistió a sus muchachos con camisas azules que identificaban en falangismo.
De sus orígenes trabajadores, sindicalistas y obreros, se dio el bote al otro lado, autoritario y corporativista.
A esos jóvenes les caló el mensaje patriotero (Chauvin) que los llevó a la hecatombe.
Las elecciones que vienen en dos años estarán marcadas por la pretensión de evitar que en el territorio quepamos todos, si no pensamos lo mismo.
¡Cagada!