Daniela Brik, Quito, 27 oct (EFE).- Una iniciativa en Ecuador estudia cómo cuantificar los desperdicios alimentarios en diferentes empresas a fin de poder gestionarlos ahorrando recursos y evitar que cerca de un millón de toneladas anuales terminen literalmente en la basura.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) en la nación andina junto a la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), desarrollan una campaña denominada “Ecuador Sin Residuos”, con el objetivo de elaborar estrategias para reducir el desperdicio de comida en empresas del ámbito alimentario.
La misión es que cada vez un mayor número de empresas tengan la capacidad de conocer cuánto desperdician y adopten las medidas adecuadas para hacer más eficientes tanto la producción como la elaboración y consumo de alimentos.
“La idea fue reunir al sector académico y empresarial para poder generar estudios de caso y pilotos para poder cuantificar a detalle el tema del desperdicio de alimentos”, explicó a Efe María José Ayala, oficial de Innovación y Sostenibilidad de la USFQ.
En este proyecto llevan año y medio trabajando con firmas vinculadas a la generación o manufacturas de alimentos de diferentes sectores, desde lácteas, hasta cadenas de restaurantes en Ecuador.
Al mismo tiempo se busca “poder generar buenas prácticas y metodologías que puedan escalarse a otras industrias”, indicó Ayala.
Con ello, las empresas no solo podrán conocer en términos cuantitativos cuánto desperdicio generan, sino también cómo pueden medirlo eficientemente e implementar estrategias de gestión.
PROBLEMA GLOBAL
Conmemorado por primera vez el pasado 29 de septiembre el Día Internacional de la Concienciación sobre la Pérdida y Desperdicio de Alimentos, la cuestión de estos residuos orgánicos y todo el proceso productivo que los precede, no es baladí.
Se calcula que a nivel planetario se desecha alrededor de un tercio de los alimentos producidos, lo que al mismo tiempo genera el desperdicio de recursos naturales como el agua, energía y tierra, que se emplean para producirlos.
De acuerdo a datos de la FAO de 2019, en Ecuador se desperdician 939.000 toneladas de alimentos al año, monto que equivale a 334 millones de dólares anuales, convirtiéndolo en uno de los países de la región donde más se desperdician alimentos.
El director de WWF-Ecuador, Tarsicio Granizo, aclaró a Efe que el fenómeno responde a varios factores, entre los que subrayó las “pobres” tecnologías para la producción de alimentos en el país.
“El desperdicio se da en la producción, en la postproducción y en el transporte, que son las principales fuentes, más incluso que lo que se desecha en la casa”, manifestó.
A las deficientes tecnologías productivas suma la creencia de que al ser Ecuador un país pequeño y las distancias cortas, no se necesite refrigerar los productos perecederos que son transportados entre costa y sierra.
Pero no deslinda de responsabilidad al consumidor final ecuatoriano, que dice, “compra más de lo que va a utilizar”, cuando el 20% de los niños sufren desnutrición en el país.
Propugna soluciones como la de retornar a lo que hacían las abuelas, que veían y olían la comida, en lugar de “fijarnos demasiado en las fechas de vencimiento” de los productos, o decantarnos por la denominada “ugly food”, aquellas frutas y hortalizas que no se ven perfectas.
“Con la pandemia las cosas van a cambiar, habrá que ver cómo mejoramos las técnicas de producción, transporte y consumo de alimentos”, augura el también exministro del Ambiente, que recalca el “vínculo estrechísimo entre producción de alimentos y deforestación”.
METODOLOGIA CONTRA EL DESPERDICIO DE ALIMENTOS
La iniciativa conjunta analiza probar metodologías en el área empresarial para, según Granizo, “medir económicamente cuánto gana una empresa que desperdicia menos”.
En el marco de otros proyectos que desarrolla WWF, en esta ocasión la aspiración de la ONG ambientalista es que en algún momento la experiencia se convierta en política pública o sectorial bajo la máxima de evitar el desperdicio.
“El productor necesita asesoramiento para producir más y mejor, y el consumidor técnicas que eviten el desperdicio de alimentos”, en un contexto de grave situación socio-económica que obliga a pensar mucho más allá del debate medioambiental, advierte.
En medio de la crisis económica impuesta por la pandemia, Ayala recuerda que el Relleno Sanitario de Quito está a punto de colapsar y que “gran cantidad de los residuos son orgánicos”.
Por ello, la economía circular se torna más vital que nunca para reinsertar los desperdicios de alimentos en cadenas productivas o vincularlos a bancos de alimentos.
“Es posible una separación de residuos en la fuente para que se transforme en abono orgánico”, valora Granizo, antes de considerar un “crimen” que Ecuador importe urea como fertilizante, “cuando el 60% del residuo final es basura orgánica”. EFE
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