A darnos bombo

Por Fernando Calderón España.

El bombo es un instrumento que se construyó en la mente, antes que en la realidad.

Se convirtió en una herramienta con la que volaban las lisonjas que convertidas en viento inflaban al ser humano.

De inflar vivió Cantinflas. Su apodo artístico fue una reducción de la expresión, “en la cantina tú inflas”, es decir, molestas o fastidias, en la jerga mexicana.

Cantinflas se dedicó a fastidiar, desde su talento, a las élites mexicanas de las que se burlaba en sus películas.

En hebreo quiere decir suave, resbaladizo y agradable.

En el sentido bíblico la lisonja se produce para alabar con exageración a otra persona e inflarle el ego.

Klim, o Lucas Caballero Calderón decía que a Turbay Ayala, el presidente que Colombia santificó por redactar y aplicar un estatuto de seguridad que era un remedo civil de las reglas militares latinoamericanas que sirvieron para cuajar dictaduras, quemar libros y hasta incendiar las moradas de poetas, le gustaba el ruido del bombo y por eso hacia ir al aeropuerto a la banda de músicos del batallón presidencial para que le tocaran ese instrumento en sus salidas internacionales y que lo transportaba a su reino que si tuvo fin. Turbay fue uno de los primeros presidentes que usaron la exageración en el manejo del poder, justamente, cuando el pais lo necesitaba. Fueron famosas sus exageradas insinuaciones a damas de alta alcurnia y baja cama en pasajes de ebriedad, condición que había  que respetar porque se trataba de un personaje que estaba destinado a mandar. 

El bombo, en la realidad, es un instrumento de percusión que por su condición produce un sonido épico que ha sido preferido para acompañar las avanzadas conquistadoras de los héroes de otros tiempos, en las películas que recrean sus hazañas. Los otomanos lo usaron en sus avanzadas invasoras.

Digamos que el bombo tiene mucho de imperial y por esa condición la palabra que significa “ruido”, también, tiene un sentido propagandístico y por tanto lisonjero. 

La publicidad se hizo para aumentar las cualidades de los productos que apenas las tienen con el fin de venderlos. La lisonja es aumentativa. Por eso es propia de la narrativa de las cortes europeas sobrevivientes. Dar bombo es alabar a un ser humano y ponderar sus cualidades.

Recientemente y bajo una lluvia de ideas, que son esas reuniones para crear cosas con objetivos publicitarios, se lanzó el proyecto de realizar la fiesta nacional del bombo, con el fin de reunir a las bandas municipales del Huila, para que expusieran todo su talento musical y de paso aprovechar este concilio artístico para auspiciar el encuentro de los amigos de todas generaciones en un pueblo de muchas generaciones: Garzón. Y dicho propósito comenzó a caminar.

La idea del encuentro es el regreso de la diáspora garzoneña y opita no solo para escuchar la música de las entrañas sentimentales nuestras, sino para darnos bombo durante todo un día que, me temo, será de 48 horas.

La fiesta nacional del bombo será el retorno del cuerpo y del alma de un inmenso grupo de garzoneños y opitas de toda la región que en medio del ruido corpulento de ese instrumento nos volveremos a encontrar para oír nuestra música, la de antes y la de hoy, y para permitir que nuestras voces se cruces en una oda de lisonjas que no le hará daño a nadie.

A darnos bombo, pues, este 20 de mayo en Garzón, fecha que se institucionalizará cada año como la Fiesta Nacional del Bombo, el encuentro de los Opitas y todas sus exageraciones.

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