Por Fernando José Calderón España.
Una nueva carrera armamentista arrancó.
Se inició una “guerra caliente” que, a diferencia de la fría, tiene escenarios, declarados estratégicos por las partes interesadas, que sirven para que las élites de la muerte se muestren los dientes, sin que se esfumen los humanos.
Los países europeos por fuera de la órbita de Moscú apretarán sus presupuestos para iniciar una producción de material de guerra que les permita afrontar un hipotético enfrentamiento bélico directo, sin la decepción que causa la lentitud.
Así lo acaban de acordar de manera informal.
Con la imposibilidad de Rusia de arrasar a Ucrania en pocos días, como probablemente lo había pensado Putin, se devela un enigma que había tenido a occidente, de alguna manera, equivocado: Sin armas nucleares, Rusia no será capaz de acabar con un enemigo de manera rápida. Ya había ocurrido en Afganistán.
Lo que define, también, otra óptica de la capacidad bélica de los rusos.
Parecería que el armamento convencional de la ex República soviética no ha sido suficiente para aplastar al enemigo con sangre amiga.
Sin embargo, la invasión por si sola, así sea un remedo de la que Hitler infringió a Checoslovaquia, asusta a los otros europeos y los puso a correr en la revisión de su capacidad guerrera para enfrentar a un Putin triste y acongojado. Los tigres tristes son mas peligrosos.
Por eso, de manera informal han decidido quitarle euros a la lucha contra el mal clima, las políticas sociales de cada país y a la ayuda a los pobres del mundo para entregárselos a las industrias militares de la región.
Es posible que arranquen una nueva carrera que produzca un armamento intermedio, entre el heredado y evolucionado de la segunda guerra y el nuclear.
Lo mismo podría estar pensando Putin cuyo país le quita al PIB el 4 punto y pico para la guerra.
Todo esto porque con las armas que existen ha sido imposible terminar una invasión que se pensaba rápida. Y el uso de la terrible fuerza nuclear es un paso que pone a pensar incluso a los mismísimos locos, ávidos de poder y con ínfulas imperiales.
La inversión, entonces, estará destinada a encontrar, aceleradamente, como pasa en todos los enfrentamientos, tipos de armas con las que se pueda vencer contundentemente, sin que el enemigo desaparezca, como pasaría si se usan los misiles con cabezas nucleares.
El mundo se enfrasca en una “guerra caliente”, como añoranza terrible de la fría.
Y quienes pagaremos como pecadores seremos los habitantes de países pobres que, como el nuestro, aún combate a una guerrilla con los viejos AK-47, por cierto rusos. Si, esos rifles, convertidos en leyendas entre las armas que llegan de las fábricas de las estepas, ante los resultados en Ucrania, parecen vencidos por el tiempo e ineficaces a la hora de ganar.
Los rusos deben estar añorando a Mihail Kalashnikov quién acaba de morir en 2013. No hace 10 años.
Los creativos del mal la tienen servida y el rancho ardiendo.