Gonzalo Sánchez, Roma, 7 oct (EFE).- Leonardo Da Vinci jamás llegó a pintar el fresco de “La batalla de Anghiari” en los muros del Palacio Vecchio de Florencia, según un informe presentado hoy y que contradice los rumores acerca de la obra más buscada del genio renacentista.
La Galería de los Uffizi acogió la presentación de un libro en el que un grupo de historiadores analiza la decoración de la Sala de los Quinientos del Palacio Vecchio, sede del ayuntamiento florentino y donde Leonardo debería haber realizado este fresco en 1503.
Durante años se creyó que el grandioso mural de Da Vinci estaba bajo las capas de pintura de un fresco realizado por Giorgio Vasari décadas después, en 1565, pero la -nueva- conclusión de los expertos es que sencillamente nunca llegó a realizarse.
¿ESCONDE LA ‘SALA GRANDE’ LA PINTURA?
La Sala Grande o de los Quinientos fue siempre uno de los espacios más importantes en la historia de la ciudad, como sede de poder, y fue mandada construir por el fraile Girolamo Savonarola, predicador de pobreza y promotor de las “hogueras de las vanidades”.
En los albores del siglo XVI el confaloniero de la República de Florencia, Pier Soderini, encargó la decoración de esta estancia a algunos de los mejores artistas de la época, entre ellos Miguel Ángel Buonarroti, para ensalzar las glorias de la ciudad.
Por su parte Leonardo Da Vini debía realizar un grandioso fresco para conmemorar la batalla de Anghiari contra el Ducado de Milán de 1440, pero sin embargo la obra ha acabado siendo todo un misterio, pues de ella no quedó ni rastro con el paso de los siglos.
Muchas han sido las teorías sobre su paradero, como que se empezó pero no se culminó, que acabó bajo el mural de Vasari, que tuvo fatales problemas de conservación o que directamente acabó pereciendo con las continuas remodelaciones que ha vivido la sala.
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CONCLUSIÓN: EL FRESCO QUE NO FUE
No obstante los historiadores han llegado ahora a la conclusión de que este legendario fresco jamás fue pintado y que Da Vinci detuvo su trabajo en los bocetos o cartones preparatorios que elaboraba en el cercano convento de San María Novella debido a unos problemas en la pared.
“¿Dónde está la batalla? ¿Qué hizo Leonardo en la Sala Grande? Estos estudios apuntan que Leonardo jamás lo pintó. Perdemos una batalla pero ganamos un consenso científico”, señaló en el acto una de las expertas, Francesca Fiorani, de la Universidad de Virginia.
La profesora reconoció que esta obra era un “Santo Grial de la historia del arte” pero defendió “las investigaciones metódicas, inteligentes y rigurosas” frente al ruido mediático y “el sueño infinito” de quienes aspiran a encontrar nuevas obras del maestro.
“La ignorancia histórica genera monstruos”, desairó también por su parte Marcello Simonetta, de “The Medici Archive Project”, una organización que desde 1990 analiza la correspondencia de esta poderosa e influyente dinastía de la Florencia renacentista.
La directora del departamento de Restauración de Murales del Opificio de las Piedras Duras de Florencia, Cecilia Frosinini, otra de las firmantes del volumen, insistió en que el mural encargado a Da Vinci se quedó solo en una serie de bocetos.
Pero, ¿por qué algunos famosos pintores y viajantes aseguraron tiempo después haber visto con sus propios ojos la obra de Da Vinci?
Frosinini explicó que la República de Florencia se quedó con los derechos de los dibujos preparatorios, ya que había desembolsado una importante suma de dinero por la obra, y que al comprender que sería imposible llevarla a cabo, enmarcó el boceto en una de las paredes.
Y fue eso lo que vieron quienes pasaron por el gran salón florentino, defendió la historiadora.
LA ROCAMBOLESCA BÚSQUEDA DE “LA BATALLA” DE DA VINCI
La conclusión de este grupo de expertos, apoyados por organismos como la Universidad de Florencia y el ayuntamiento de Vinci, lleva la contraria a otra sonada investigación que en 2012 juró haber encontrado restos de pigmentos del mural perdido bajo el de Vasari.
Por entonces el alcalde de la ciudad era Matteo Renzi, a la postre primer ministro de Italia, se obstinaba en localizar el fresco del genio renacentista e hizo lo posible para lograr su objetivo.
Llegó incluso a permitir a un grupo de investigadores estadounidenses perforar la pintura de Vasari con el objetivo de dilucidar si detrás de ella se encontraba la obra, algo que suscitó las críticas de cientos de académicos del país.
De las muestras que obtuvieron, el director del equipo, el italiano Maurizio Seracini, aseguró haber encontrado restos de pigmentos de un tipo de negro que el maestro había utilizado en algunas de sus obras más famosas, como “La Gioconda” o el “San Juan Bautista”, ambos en el Louvre de París.
Frosinini ha desmentido esto al señalar que “no existe el ‘negro Gioconda'” y aludió a un informe que asegura que aquellos pigmentos eran simplemente de una piedra usada para construir la pared.
Un final prosaico para la leyenda de un mural perdido y codiciado digna de una historia de Dan Brown y que alimentó los rumores y especulaciones de los expertos que durante años soñaron con que fuera verdad, con que ese vetusto muro florentino escondiera en algún lugar los rastros de la última obra del maestro. EFE
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