Desde este lado de las cosas

7 poemas de Markus Hediger

 

TAL VEZ YO HAYA SIDO, en el origen, una de esas chispas que atrapan en vuelo y llevan al azur las gaviotas.

Acaso es su culpa si ahora, lascivas y locuaces, distraen sin cesar el arrobo del lago, por sentir siempre arder esa estrella de rojez imperiosa y desnuda.

 

(Traducción por Juan Goldín)

 


TODA VESTIDA DE NEGRO, un paraguas de hombre usado a modo de sombrilla, la señorita Lydia L., decana del pueblo, pasa lentamente, el mentón sobre el pecho, atenta diríase al susurrar de la grava gris, recién ha pasado por la calle de las Tórtolas.

 

(Traducción por Rodolfo Häsler)

 


Y ESTA DESCONOCIDA, sentada
en un rincón del Quick, boina burdeos
baja sobre la frente, abrigo negro
con forro en jirones, manos abandonadas
sobre un plato de plástico
con un cono de patatas fritas.

Ha perdido sus pestañas, pero sus ojos,
abandonados por la luz,
van de un lado al otro de la sala.

Habrá perdido sus dientes, a juzgar
por la hondonada en sus mejillas,
mas su boca de labios sin contornos
se la ve mascar, nerviosa,
mascar, rumiar ¿qué recuerdos,
qué amargura clavada en su cuerpo,
o qué imagen desde siempre
dolorosa?

…………..La encontrarán
una mañana, sí. ¿Bajo qué arco
del Sena con acidez de antigua orina,
al pie de qué banco del parque público
(a menos que los parques públicos
estén cerrados de noche), sobre qué acera
la encontrarán entonces,
extendida a través de la rejilla
de un pozo de aireación, mientras
el subterráneo respirará
suavemente con su boca?
Y nadie quizá conocerá
su nombre. Y nadie reclamará
el cuerpo de la mujer de rojo y negro.

 


19, rue Labat

 

Ahí va, se ha ido. Y yo aquí solo.
De dos en dos desciende la escalera,
cada vez más abajo, la mano en la barandilla,
luego el golpe seco en la puerta.

He aquí el cuarto, la cama deshecha.
–Estuvo bien –dijo poniéndose
la chaqueta–, muy bien. Pero bueno…
Una sonrisa, un encogimiento de hombros.

Estoy bajo el edredón, está tibio,
en torno se adensa la sombra. Un rastro
de olor y de calor de su cuerpo.
Murmuro a la almohada su nombre.

 

(Traducciones por José Aníbal Campos y Markus Hediger)

 


En el tranvía 3

 

En el tranvía 3, desde mi asiento,
veo a un hombre solo sentado detrás de
otro hombre en sí mismo amurallado,
y otro que, solo, delante se arrellana.

Ese hombre entre rubio y blanco, de gafas,
está inclinado sobre un libro que marca,
lápiz en mano, con pestañas de luna
que apenas afloran sobre el blancor

de los bordes o se borran apenas.
Al dirigirme a la salida
veo que su lectura es de poemas
y leo al vuelo: En el tranvía 3

(Traducción por José Luis Reina Palazón)

 


Las dos alas

 

Las dos alas de la puerta ventana,
doble página donde a veces unos rostros
olvidados o bien borrados del registro
de los vivos por la noche sobre los cristales vienen
a leer a escondidas sobre lo ocurrido
aquí, a mirarse, a reconocerse,
sorprendidos de ser descubiertos en flagrante
lectura, ¡oh! de ser reconocidos aún,
mirados desde este lado de las cosas
donde ya para nadie existen.

 

(Traducción por Rodolfo Häsler)

 


 

…donde soy lejos a la redonda
Leyendo a Vincenzo Cardarelli

 

…donde soy, a lo largo y ancho,
el único no inclinado sobre
el pozo de un espejo de bolsillo
que pulgares e índices toquetean,
él que no arruga la gaceta
Hojear & Tirar heredada de
transeúntes y viajeros. Por espacio
de una parada estoy inmerso
en el fondo de una mirada rememorada
en un poema.
………Y yo, me vuelvo a ver
esta tarde de finales de otoño
y casi un tercio de siglo arriba:
transportes públicos en hora
punta, un libro sobre mis rodillas
Entonces, levantando los ojos
en aquel tranvía, es el… ¿Pero qué es…?
Es el Deseo que me mira
ahí delante, que me mira
fijamente, ahí de pie, a tres pasos
de mí, un hombre joven de cabellos negros,
de ojos de brillo sombrío, sombreados
de pestañas bajadas sobre mí, párpados
que parecen estar allí para
no humedecer sus ojos, jamás,
estanques gemelos que me invitan…
Invitación a… Si yo fuera Blanche
DuBois, me levantaría e iría
donde tú: – Young man
Te miraría con ojos tiernos, young, young,
young, young – man! Has anyone ever
told you that you look like a
young prince out of the Arabian Nights?
Yo no soy Blanche, oh mi
bello desconocido, me gustaría tanto just
once abrazarte softly and sweetly
on your mouth… Pero… pero ¡caray! ¿Dónde
estás? Salió. Partió. Lejos de mí…

Despertado de esas miradas,
sorprendo a otra, allá, y rápido
me evita. Flota una sonrisa
que querrá decir: y bien, ¿te sucede a menudo
hablar así contigo mismo?

 


Español

QUIZÁS HE SIDO, originalmente, una de esas chispas que quedan atrapadas en el aire y llevan gaviotas azules.

Es su culpa que ahora, lascivas y habladoras, distraigan constantemente la meditación del lago, porque siempre sienten esta estrella ardiendo con pecas imperiosas y desnudas.

 

POR JAIME ARTURO MARTÍNEZ SALGADO

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